8 de febrero de 2014

METRO

Hoy viajando en el metro me he dado cuenta de que es el transporte público más concurrido en Madrid. Donde muchas veces acabas sabiendo lo que lee alguien, lo que escucha o donde ha quedado con un amigo. Es un grna escenario con miles de personajes diversos y con el guión más corto posible. Se podría decir que es un transporte social, hay gente que se pasa de viaje una hora o más todos los días y, eso solo de ida. Y a pesar de eso estamos tan deshumanizados que pocas veces oiremos un buenos días, que le vaya bien; cuando podemos llegar a ver la misma cara cinco días a la semana a la semana durante una hora o más. El único momento en que todas las masas de carne inerte enchufadas a sus iPhones, tablets, libros electrónicos o a sus auriculares; se ponen de acuerdo es cuando entra alguien tocando alguna canción desafinada. Pero esa canción, bien o mal tocada, hace quqe nos giremos y empecemos a ser humanos. Muchos se giran para poner cara rara y decir que pesado, ya estamos, que mal toca o podría buscarse un trabajo. Otros se giran y dicen pobre tiene que tocar para comer, no lo hace mal o esa canción es tal. En realidad estamos tan deshumanizados que ya es normal y esos pequeños momentos son los que hacen que estemos otra vez en sociedad. Cuando acaba volvemos a bajar la mirada y centrarnos en nuestro aparato electrónico y estamos tranquilos. Pensamos que por fin se ha ido, incluso suspiramos porque por fin pasó. Pero ¿por qué? si lo que ese músico ha heccho ha sido devolvernos a la sociedad, darnos una lección, incluso alegrar nuestro solitario viaje a la rutina. Llegamos a tender a querer nuestro espacio personal tanto que nos alejamos de la realidad, de lso sonidos, los colores. Estamos en una sociedad moderna que tiende al propio aislamiento.

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